viernes, 30 de junio de 2017

EL DECÁLOGO DEL COSMONAUTA, por Dry

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Escuchando el disco nuevo y espacial de Sufjan Stevens, que hace una órbita alrededor del The Age of Adz y se cruza como una nave por la estela de asteroides de su cinturón, me dispongo a hacerme una lista de la compra para este verano en este blog desierto pero vivo.



1. Todo es una elección. Aunque le coloquemos una coda en plan "als ob" o similares.
2. Todo es una elección, salvo lo que no depende de nosotros.
3. Igual que según Borges no tenemos miedo de la esfinge, sino que creamos la esfinge para entender el miedo, no paramos porque haya un Stop, sino que el Stop somos nosotros mismos recordándonos que hay que parar. Un Stop de los gordos, rojo, tamaño autovía. STOP.
4. Creer que uno no siente es un fallo cerebral, una mentira anquilosada y cómoda. Se trata de apagar los monitores y escuchar con el corazón y otros propioceptores.
5. En El cielo sobre Berlín hay un personaje enternecedor, un anciano que tiene miedo a morir, pero no por la nada, sino porque si no narra él, ¿quién lo hará? Esta es la más fácil. Hay que narrar. Dejando aparcada a un lado la literatura, eso sí.
6. Cuando uno tiene la autoestima bajo mínimos, es capaz de no permitirse cosas buenas. Así que hay que hacer un esfuerzo por tratarse -y atención a la palabra- correctamente.
7. Si recuerdan mi cita favorita de Lulamy, del blog El otro lado de la cerradura, que decía "cuando uno se acostumbra a no tener lo que desea, acaba por no saber lo que quiere", este punto tiene que ver con bucear hasta las llanuras abisales del sentir. Se trata de desenterrar los mecanismos de detección de cosas que te gustan, limpiarlos con pistolas de aire comprimido y arena, ajustarlos y ponerlos a funcionar.
8. Los siguientes puntos son los más comprensibles porque tienen que ver con seguir una serie de recetas. En este en concreto, simplemente, correr.
9. Fuera tóxicos. Al menos como medio de vida.
10. Inputs positivos.




Buen verano y saludos desde la cápsula de salvamento del USS Biofrutas


jueves, 8 de junio de 2017

CHIN PO Y LA LUZ, por Dry

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Nadie puede decirte quién eres. Ni siquiera tú.




El maestro recibe así a Chin Po, que le mira bajo el dintel de la puerta en posición de zarigüeya real, lo que en el imbricado universo simbólico zen significa que algo importante está por ocurrir. Wi-Tei parece mucho más viejo, Chin Po mucho más sensato, y el espeluchado lobo Sebastián mucho más... bueno, simplemente, mucho más. Son la tríada de una personalidad hecha añicos hace años y reconstruida laboriosamente con papel de celo, aquel que los murcianos llaman simplemente fiso (Fixo). Wi-Tei, el sabio maestro que mide sus palabras con simpar calibre. Chin Po, el díscolo alumno que buscó refugio en el monasterio y que tiene serios problemas para aprender hasta las cosas más sencillas. Y Sebastián, el lobo que huyó del bosque. Son tres, como tres eran los de Los Panchos, tres las virtudes teologales, y tres cosas hay en la vida.


El escenario es el mismo. Un monasterio ruinoso en lo alto de un acantilado en el borde de un país por el que ya nadie pasa. Ventanas con póstigos de madera, un patio con un pozo, largos pasillos. Diríase sacado de un sueño de Borges por lo infinito, de un poema medieval por la combinación de olores a madera vieja y azahar de los naranjos, de una película de Kurosawa por el rollo japonés. Hay un estanque cerca y las ranas se zambullen y detienen el mundo. La playa está también próxima, pero hay que ir en coche porque el lobo ya no está para esos trotes. 



Sebastián es el lobo, quizá el personaje que más simpatía genera. Se acurruca siempre al lado de la gente buena y eso le da puntos de nobleza. Se le ve que está trabajado; que ha sufrido, vaya. Ya lo hemos dicho, pero está francamente despeluchado. Una vez estuvo delante de un hada y esas cosas no se olvidan tan fácilmente. A Sebastián, las noches de luna redonda, le encanta componer figuras subido a los riscos. Aúlla fuerte y sabe que así dibuja una imagen imponente: la vanidad le puede a veces. Reconozcamos también que ha perfeccionado su paciencia, pues vivir con Wi-Tei y Chin Po no debe de ser nada fácil. Digamos, por último, que Sebastián es un lobo, y que a los lobos les encanta que les tiren el frisbee en la playa.



Wi-Tei es el maestro, viejo como el tiempo mismo. Apenas se sabe nada de su vida antes de entrar al monasterio, ni cómo llegó a dirigirlo. Wi-Tei mueve con dificultad su cuerpo enjuto. Pero piensa como un coche de carreras. O una jarra de agua fresca. O una nube o un niño. Al viejo maestro le persigue su fama de ser poco tolerante con la gente. Encerrado en su sabiduría, apenas entiende las convenciones sociales. Sin embargo, su último discípulo, el ínclito Chin Po, parece que le ablanda bastante. Wi-Tei tene rutinas de persona mayor. Duerme cuando no le toca, juega al dominó y se queja del gobierno. Lee el Marca y expande su conciencia a la manera de los viejos sabios. Como sabemos, Wi-Tei se encontró al viejo lobo herido en el bosque. Lo cogió en brazos, le susurró palabras, lo curó y lo adoptó. Justo en esa misma época en que él mismo necesitaba ser salvado, salvar al lobo le salvó.



Y por último, él. El único monje zen que necesitó una adaptación curricular en el monasterio. Un chaval con dificultades de lectoescritura, de comprensión, de memoria y de olor corporal. Lerdo hasta decir basta. Orgulloso, bocazas, tardón y bendecido con el don de la inoportunidad. Chin Po, capaz de sacarte de tus casillas preguntándote las cosas más peregrinas. Botarate, si acaso esa palabra pudiera ser usada. Torpedo sessuarl. Chin Po se ganó un hueco en nuestros corazones a base de llevar al límite la razón y la paciencia. Lo vimos estrellarse mil veces, y mil veces reaparecer como si nada. Quizá algo bueno que podríamos señalar en él sería precisamente su perseverancia. En ella reconocimos la lucha contra el absurdo como algo propio. Le vimos aprender, olvidar lo aprendido, frustrarse por olvidar y volver a preguntar las cosas más básicas. Nos hizo hasta reír. Lo vimos cuidar de Wi Tei, lo vimos jugar con Sebastián. Vimos la grandeza de la vida y de la lucha. Entendimos por qué a los caminos se les llama derroteros. Comprendimos, al fin, el tempo del mundo; y quizá, solo por eso, ya podríamos decir que algo sacamos en claro de todo esto.


Ha pasado mucho tiempo. Chin Po suelta el petate y se enciende un cigarrillo. Sebastián le hace cabriolas alrededor y el joven le acaricia el lomo rasposo. Wi-Tei se levanta costosamente y se acerca. Abre un litro de estrella y sirve un par de vasos. Patatas, olivas y cascaruja. Abraza a Chin Po. Pone música con el móvil. Hablan del mundo exterior. Sonríen. Afuera está atardeciendo.







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sábado, 22 de abril de 2017

YO ESTOY BUSCANDO EL SOL, por Mr Dry

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Yo estoy buscando el sol


Yo estoy buscando el sol


Yo estoy buscando el sol


Yo estoy buscando el sol 


Yo estoy buscando el sol


Yo estoy buscando el sol


Para ti.






viernes, 17 de marzo de 2017

PERDER UN IMPERDIBLE, por Dry de los Viernes Solo

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Cuando hace años mis padres alquilaban una casa para pasar el verano y que mi pequeña hermana pudiera bañar su pequeño culete en el mar en vez de morir de ascopena como mi hermana mayor y yo, yo acompañaba a mi madre en las expediciones para buscar casa. La recuerdo terriblemente frustrada al salir de cada una de ellas, siempre enfadada con los dueños por tener oscuros cuadros con escenas de caza, porque su casa estuviera muy lejos de la playa o porque tuviera escaleras para ir a las habitaciones. Recuerdo mis vanos intentos por hacerla entrar en razón. No podía enfadarse, le decía, no era lógico. La realidad tiene la fastidiosa costumbre de no plegarse a nuestras expectativas. Dos males tendrás, le decía. Pero creo que me veía a lo lejos, como si estuviera encerrada en una campana de metacrilato. Mis palabras no llegaban a su cerebro. Ella quería que funcionara, no entendía por qué aquella casa no estaba más cerca, la desfachatez de los dueños al tener muebles tan feos. Yo sonaba a lo lejos.

Soy hijo de mi madre, no lo puedo remediar. No entiendo que las cosas sean así como son. Tengo un vacío en el alma que no puedo llenar, que se ensancha cuando fuerzo las cosas para que entren. Tengo la autoestima de una adolescente con sobrepeso y sin habilidades sociales. Tengo una especie de obsesión con los otros que me impide mirarme con neutralidad. Como en el chiste de Woody Allen, tengo que decidir entre el ser y el estar en el mundo, pero me da vértigo pensar que haga lo que haga, los del otro lado se lo estarán pensando mejor. Hago constantemente llamadas para que me socorran. Tengo la insensata manía de creer que con solo un poco de fe por parte de alguien podría sostenerme firme. Estoy convencido de que lo peor que me ha pasado en la vida es sentir que quería estar con alguien y que no podía. Me venía nítida la imagen de alguien -yo mismo- cayendo por un agujero y destrozándose las uñas y los dedos al intentar agarrarse a las paredes. El calor que no calentaba, la prosopagnosia, el mundo se había acabado y nadie parecía darse cuenta. Y en todo ese totum revolútum una especie de enfado del Sujeto con el Objeto Directo, como mi madre cuando se enfadaba con los dueños de las casas de alquiler. No se trataba de la sensación protagonista, ni mucho menos. Todo estaba escondido bajo toneladas de mierda de auto-odio y así se manifestó siempre. Pero luego, en los despachos -como dice la gente del fútbol- había ese pequeño cine fórum, ese lamento, ese enfado. ¿Por qué no me quieres como quiero que me quieras? ¿Por qué no me proteges, no siempre ni en serio, pero sí como yo te pido? Y claro, tú eres como eres. Ya estaba así cuando llegué.

Y así me han visto, muchas veces ya, hostiarme contra el suelo. Soltarme de la mano voluntariamente y decir, a lo Mónica Naranjo, desátameeeee o apriétame más fuerte. Y quedarme más solo que la una menos cuarto. Con mi autocompasión, mi autoanálisis y mi autoodio, hala, todo para mí. Y los valientes muchachos que combaten el terrror y la injusticia reaparecen en la lista de posibles, y yo, como un vulgar asesino machista, creeré que eso confirma mi teoría, y será como el colmo de un sastre, perder un imperdible.


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martes, 21 de febrero de 2017

UN SUEÑO DEL CIELO, por Mr Dry

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Despertéme hoy con una esquirla atravesando mi cerebro. Había soñado con el cielo con una viveza que ríete tú de los peces de colores. El cielo se parecía a un pueblo andaluz en una tarde de primavera. Sin coches y con un leve olor a azahar. En un momento estaba sentado con un amigo, mi amigo Jorge, con los pies colgando en una especie de tapia. Desde ahí veíamos a mi amigo Sune que iba con su familia a lo lejos. O quizá era al revés, Sune arriba y George abajo. Mi imaginación sacando la artillería pesada, concibiendo un mundo entero que cabía en esa tarde lorquiana. Los sueños no tienen trama, son solo metáforas.

Antes o después de tener los pies colgando en la tapia, no lo recuerdo bien, me encontraba con ella y me invitaba a su casa. Una casa que era su casa. O era la que iba a ser nuestra casa. A lo mejor era una casa schrodingeriana, al mismo tiempo suya y mía, al mismo tiempo la que teníamos, la que querríamos y la que nunca existirá. Era una casa enorme, olímpica, sin humedades ni ruidos. Era su casa y era la mía. En el sueño había algo relacionado con la comida. Creo que ella pícaramente me invitaba a comer. Y cocinaba. Verduras del cielo de las que te acarician el corazón. Jugueteaba en el aire la posibilidad de volver a ser uno. Fuerzas telúricas empastaban la realidad y la armonizaban. El tiempo, sub specie aeternitatis. Sin concebir si quiera la posibilidad de una conciencia, una meta realidad que la interpretara. Un cierre categorial con solo tres elementos: la casa y nosotros dos.
En los sueños no hay tramas. No había nada más que esas imágenes, encapsuladas, etéreas y repetidas como en un giradiscos que saltara. Borges decía que dejaba que otros se jactaran de libros que habían escrito, que él se enorgullecía de las líneas que había leído. Este sueño, mi sueño, que cumple una por una las leyes de la poiesis, vale por toda una vida.

sábado, 23 de enero de 2016

ARQUETIPOS, por Mr Dry

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El tiempo se devora a sí mismo y la espiral que genera arrastra todo lo que encuentra. Así eran las cosas y así era mi vida en Murcia, una espiral que se alejaba del centro y que no parecía tener fin. Encontraba arquetipos -o lo que yo pensaba que eran arquetipos- y no me parecían tan perfectos como el suyo, una combinación explosiva entre buen humor, energía, bondad y carga evolutiva.

Desde Cádiz hasta Estocolmo, la química se abría paso. Todo giraba y giraba, y el mundo de los hombres se antojaba tan pequeño. La realidad se empequeñecía y cabía en un segundo. El delito y el perdón compartían casilla, el pasado y el futuro. Todo se asimilaba en un solo gesto. El final no era el final porque nada se acababa.

Eran verbos de apertura, de compartir. Eran cosas sencillas, sin nada de la angustia que me cegaba y ensordecía. Era la idealización, el arquetipo. Y en realidad, era solo la vida, esta misma vida, abriéndose paso.


Me duele el cuello nivel me pego un tiro. Ya hay poco que rascar aquí. Serían cambios cuantitativos, pero nada de deshacerse de esto. Aquejado de la enfermedad mortal del arquetipo, me escurro como lágrima en la lluvia, habiendo explorado simas que los demás ni siquiera podrían concebir, y perdiendo pequeñas batallas que muchos conquistarían grácilmente. Sacaré la cabeza del agua y respiraré, como todos vosotros respiráis. Es una especie de pesadilla, un pitido en tu canción favorita, un no poder querer a la persona a la que quieres, tan sencillo y tan difícil y tan egocéntrico y tan desvalido a la misma puta vez. Arquetipos, y todo lo que se puede decir cuando no te queda más que pedir limosna y miedo físico y un rechazo a todo lo que no pueda asimilar. Arquetipos infernales, una explosión de rabia amortiguada por el inifinto.








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lunes, 29 de diciembre de 2014

DECLARATION OF DEPENDENCE, por Dry

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Si tuviera que elegir un momento para que se parara el tiempo, y quedarme así por los siglos de los siglos, seguramente sería en posición koala, bajo un edredón de plumas, con guitarras acústicas sonando con un poco de reverb -el ruido de los dedos por el mástil-, con un gato recoqueando, con rastros de cerveza en el aliento, y ya, creo que eso es todo, así se frenaría el tiempo en el vértigo que precede a la cosa de los besos, que es donde todo empieza a estropearse.

Las vacaciones se acaban, igual que la vida, y eso es lo que las hace especiales. El tiempo no se para, pero igual que fantaseamos con el apocalipsis, qué demonios, dejemos por escrito también esto.

jueves, 18 de diciembre de 2014

BREAKING NEWS, por Dry

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Ayer me quedé helado. La Tierra no es redonda. Era de esperar, dado que es una roca producto del choque de trozos despendolados de materia, que terminó de formarse hace unos 4.500 millones de años. Resulta que tiene forma de patata, algo terriblemente desasosegante para mí, que busco ganchos en el cielo en los que colgar mis pequeñas esperanzas. Yo confiaba ingenuamente en que el giro perpetuo y la gravedad la hubieran moldeado como una esfera perfecta. Achatada por los polos, sí, pero redonda al fin y al cabo.



Después de este dato, todo lo que pueda decir se verá eclipsado. Pero también quiero incluir aquí que Carmen, una tipa con la que me lié hace años ha recién cumplido 51 años. Los mismos que Brad Pitt, Elle Mc Pherson, Michael Jordan, Tarantino, Joey Tempest o Elisabeth Sue. No tengo nada que decir sobre la edad de las mujeres, o sobre la edad en general, o sobre nada, salvo constatar ese dato. 








Dos ataques consecutivos a mis testículos, uno de la yihad vírica y otro del fatum genético, pueden haberme dejado estéril. Dentro de seis meses tendré que hacerme un espermiograma, para ver cómo están mis nadadores. Yo nunca he querido -positivamente- tener hijos. Pero no me gusta un pijo que me quiten mi oportunidad de decidir.






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viernes, 31 de octubre de 2014

LA UNIÓN Y LA FUERZA, por Dry

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Ellos se besaban en la puerta de aquel bar
Y ese beso fue lo que llamó mi atención. 

Ellos se abrazaban, se veía que se querían, 
Y eso también llamó mi atención. 

Y pensé, 
¿ves?
 La unión hace la fuerza. 
Y pensé,
¿ ves?
Es la unión y es la fuerza. 



Ellos se besaban y empezó una tormenta, 
Puede que sólo fuese una de esas coincidencias. 

Ellos se besaban y el cielo se iluminaba, 
Puede que sólo fuese una de esas coincidencias. 

Y pensé, 
¿ves?
 La unión hace la fuerza. 
Y pensé,
¿ ves?
Es la unión y es la fuerza. 


Ellos se besaban bajo aquella tormenta 
Y a mi me entraron ganas de llamarte a ver qué hacias. 

Y te llamé, pero no me lo cogiste, 
Puede que solo fuese una de esas coincidencias. 


Y pensé, 

¿ves?
 La unión hace la fuerza. 
Y pensé,
¿ ves?
Es la unión y es la fuerza. 








jueves, 30 de octubre de 2014

ENCUENTROS EN LA PRIMERA FASE, por Mr Dry

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Quiero que sepas 

Que ya me esperaba
Que esto ocurriera 

Y que no pasa nada:
Sólo me da la razón.

Y que he estado aprendiendo
De cada momento 

Que he estado contigo,
Y pienso aplicar 
Contra mis enemigos
Tus tácticas sucias 

De acoso y derribo,
Que también he sacado a
lgo bueno 

De todo este enredo.


Y quiero que sepas que espero 

Que acabes colgando de un pino
Cuando veas l
o imbécil que has sido,

Cuando veas que lo has hecho fatal.

Y que quiero que sepas q
ue ha sido 

Un infierno estando contigo,
El infierno es lo más parecido,
Te pareces un poco a Satán.

Quiero que sepas 

Que me he acostumbrado
A tus putas escenas 
De "ahora me largo".

Lárgate ya, de verdad, 

Que sería una suerte 
Si no vuelvo a verte 

En los próximos años.


Por mí que podías t
irarte de un árbol

Que ya lo que hagas me trae sin cuidado.
Si me pongo a pensarlo un momento
Creo que lo prefiero.


Así que ya sabes que espero 

Que acabes pegándote un tiro
Cuando veas lo imbécil que has sido,
Cuando veas que lo has hecho fatal.

Y que quiero que sepas que ha sido 

Un infierno estando contigo,
Que por poco acabas conmigo,
Pero soy difícil de matar.
















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